Coleccionar para algunos es una pasión de vida. Bien lo saben el arquitecto Gabriel Carvajal, y el empresario Ramón Sauma, quienes llevan más de 30 años juntos, reuniendo arte latinoamericano con un haber de más de 600 obras de más de 180 de reconocidos artistas, tales como, Alfredo Jaar, Carlos Leppe, Paz Errazuriz, Iván Navarro, Voluspa Jarpa, Prem Sarjo, José Balmes y muchos más.
De esta obsesión hablan las paredes de su departamento en el barrio El Golf de Santiago y los imponentes muros de su casa en la playa al borde del mar.
Una locura por el arte que comenzó el día en que Gabriel y Ramón se conocieron.
Como ambos la definen, la colección Ca.Sa –Carvajal/Sauma- es un conjunto de recuerdos, de aprendizajes y experiencias. “Es un resumen de nuestros gustos e intención por aportar y apoyar al mundo del arte en general.”

El acopio de sus obras habla de dos personas organizadas, cuidadosas y con gustos definidos. “Hay varios hitos que han ido marcando etapas dentro de nuestra colección”- explica Ramón- y añade: “Este gusto viene de la tienda de antigüedades que tenía Gabriel. Allí, de forma tímida en un principio, se fueron asomando ciertas obras de arte moderno”.
Con el paso del tiempo, les fue gustando cada vez más esta mezcla, entre lo “moderno y lo antiguo” y bajo la influencia de sus amigos trasandinos, como Abel Guaglianone, Joaquín Rodríguez y Esteban Tedesco, fueron haciendo parte de sus vidas y casas el arte contemporáneo.
“El día en que uno compra una obra sin pensar donde la va a poner, en cierta forma, pasa
a ser un coleccionista”, explica Gabriel.
Un capricho u obsesión, que partió con pequeños guiños contemporáneos, desembocó a poco andar en una línea editorial cuyos fundamentos son sus gustos personales. En la formación de esta colección no hay asesorías ni ayuda externa. Sólo la interacción personal de Ramón y Gabriel con la obra en cuestión.
La partida oficial de Ca.Sa
La compra oficial de arte contemporáneo partió de la mano de un departamento en la calle El Litre. Cuenta Gabriel que de las primeras cosas que compró, fue un cuadro de Pablo Domínguez, que hasta el día de hoy forma parte de la colección y al cual le tienen particular cariño.
El motor de esta pasión de vida, reconocen ambos, es el gusto por la estética, lo que se ve reflejado en sus otras aficiones: la ópera, el diseño, la arquitectura, el cine...
Con el paso del tiempo, explican, “uno va afinando estos gustos; gana conocimientos y aprende a elegir, formándose un criterio de selección que siempre comparten y agrega Ramón: “No incorporamos nada nuevo si los dos no estamos de acuerdo”.
Otra característica de esta inclinación, son los lazos cercanos que han establecido con los artistas: “Nos interesan sus procesos, las formas de crear, el porqué de cada obra. Es fundamental conocerlos personalmente, nos entregan mucho, aprendemos y nos hacen crecer como coleccionistas”, añade Gabriel.
Otra nota es la apuesta casi obsesiva por el arte joven: “Nos gusta ver la vida con una visión más fresca. Muchos de estos artistas, dada su corta trayectoria, buscan romper esquemas, salirse de la zona de confort, tienen una necesidad por comunicar y diferenciarse del resto. Eso nos representa muchísimo.”, puntualiza Ramón.

Nos hemos transformado en grandes amigos y fieles seguidores de muchos artistas jóvenes, que hoy ya triunfan y son reconocidos, como es el caso de Pablo Serra, José Pedro Godoy, Cecilia Avendaño, Benjamín Ossa, Amalia Valdés, Ignacia Edwards, Basco Vazco, entre otros.
Lo que se traduce en el apoyo a cada una de las firmas que cuelgan de los muros de su hogar; en la relación con los galeristas que los representan; en la conversación y aprendizaje que se nutre con curadores y teóricos del arte, y en su peregrinación por ferias en distintas partes del mundo. “Siempre hemos tenido un rol proactivo y hemos hecho un esfuerzo por apoyar a todos, desde nuestras posibilidades, por supuesto” cuenta Gabriel.
¿Por qué una persona comienza a coleccionar? ¿Qué le genera el acopio de objetos?. Es la pregunta que salta al admirar las miles de obras que decoran cada milímetro de las paredes de las casas de Gabriel y Ramón.
La respuesta la dan ellos.

Ramón: “En una primera instancia, la colección entrega el placer de convivir con arte; te da la posibilidad de prolongar el gozo de seguir contemplando y analizando una obra. También da una cierta validación personal. Es decir, llega un momento en que han pasado varios años desde que compraste una pieza o creíste en un artista y lo ves triunfar y confirmas que tú apuesta ha sido exitosa. Eso es muy gratificante. Tenemos el doble deleite, de alegrarnos por el artista, pero al mismo tiempo de enorgullecerse de haber tenido el ojo de haberlo descubierto”.
Gabriel: “Comprar arte joven es una apuesta. Cuando el artista tiene éxito dices: ¡Bien! Me la jugué y resultó”.
Una inversión/goce que no reside en una realización económica. Nunca han comercializado ni generado lucro con su colección. Coleccionar es una especie de juego que los desafía: “Vamos a ferias, nos codeamos con otros coleccionistas y nos gusta competir, siempre de una forma sana, pero competitiva. Nos gusta tener lo que otros no tienen, ser los primeros en adquirir una serie u otra obra de valor. Como en todo rubro y trabajo, nos gusta el reconocimiento y la validación de nuestros pares”, se sinceran.
El mercado chileno con ojos Ca.Sa
Para estos coleccionistas a la hora de apostar en invertir en arte, Chile no tiene nada que envidiarle a otros países: grandes artistas, buenos galeristas y curadores marcan el escenario. “Hay técnica, conceptos. Hay artistas que ya pisan fuerte en mercados internacionales.”
Pero ven un punto de debilidad: “Es necesario la profesionalización del medio, de generar comunidad, armar cruces entre diferentes disciplinas y apoyarnos más entre nosotros, construir una imagen arte país más fuerte y eso pasa única y exclusivamente por tomarse las cosas más en serio.”
Ramón profundiza: “Lo que nos falta es compromiso y apoyo entre nosotros, generar comunidad y fortalecer la escena local”.
Para ellos el mejor ejemplo es Cha.Co, nuestra feria de arte contemporáneo local. “Notamos que hay poco apoyo y motivación de las galerías locales, que deberían ser las más ansiosas y comprometidas. Los valores y accesos para nuestros galeristas a su vez son muy altos, lo que encarece a su vez la adquisición, ¡cuando debería ser todo lo contrario! Los primeros en apoyar y unirse a esta causa, deberían ser los jugadores locales.”
Por eso en esta línea Ramón Sauma y Gabriel Carvajal quieren ir un paso más adelante en el juego del arte. Pasar de una afición particular a transformar su colección en algo público, habilitando y comprando espacios en diferentes lugares de Santiago, como son “El Litre” y un par de casas en el barrio Yungay.
“A estas alturas somos conscientes de lo que tenemos y con el tiempo eso se ha ido transformando en una responsabilidad”, afirman.
“La colección nos ha ido entregando conocimiento y educación, eso nos ha hecho ser conscientes de lo que tenemos y asumir una responsabilidad con nuestro entorno”.

Una responsabilidad y reputación que se ha traducido en hechos concretos:
Acaban de ser jurados en el premio de arte joven en el marco del aniversario número 25 de la feria ArteBA, lo que desembocó en la idea de clonarlo y entregar un premio en Chile, en el marco de Cha.Co, en el sector de arte joven, llamado PLANTA.
Con la idea de apoyar en forma pública el arte joven y latinoamericano, han preparado un espacio en el contexto de la feria para mostrar una selección de su colección a un grupo selecto de curadores y coleccionistas, llamado “Ca.Sa el Litre”.
Hoy sienten que siguen en el aprendizaje de formar una colección. Pero ambicionan a que permanezca en el tiempo y adquiera vida propia. Que más que reflejar un simple capricho por el mundo del arte, sea un aporte concreto a la historia cultural de nuestro país.
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